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Al otro lado del charco

Estos son los caminos del hotel donde nos quedamos este finde. Como ya dije, el hotel estaba en medio de un manglar, así que uno se movía por pasarelas de medio metro de altura, fabricadas con tablas de madera. Uno estaba rodeado por mil y un bichos ruidosos: cigarras, ranas, monos aulladores... el ruido de la selva era ensordecedor. Por desgracia, también había mosquitos a granel y como un servidor tiene sangre Gran Reserva del 70, pues lo masacraron que no veas. 

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